Desde la Biblioteca de Híjar Las Gabias queremos recordar a este estupendo poeta en el 50 aniversario de su muerte.
Luis Cernuda Bidou o Bidón nació en Sevilla, 21 de septiembre de 1902 – México, D.F. 5 de noviembre de 2013 1963. Fue un destacado poeta y crítico literario español, miembro de la llamada Generación del 27.
Este 5 de noviembre se cumplen 50 años de la muerte en México del autor de La realidad y el deseo y algunos homenajes recuerdan al poeta “que mejor escribió sobre el amor, la soledad y el sufrimiento”.
Así lo considera Antonio Rivera Taravillo, autor de la biografía “canónica” sobre el gran poeta sevillano de la Generación del 27, con cuyo primer tomo ganó el premio Comillas. En ella deja claro que Cernuda “dotó de sentido moral a la poesía española y la hizo insobornable”.
Ramón Gaya
escribió a Cernuda que "no es el amor quien muere, él es quien mata";
el Premio Nobel mexicano Octavio Paz
tituló con su nombre un poema que empezaba, "Ni cisne andaluz ni pájaro de
lujo", y Ricardo Molina le dedicó una oda en la que le reconocía:
"Supiste que el amor era tan sólo un grácil juego de la primavera".
Vicente Gaos lo definió como "un andaluz entre las nieves" y "un español fuera de España"; Pablo García Baena se lamentó de que "tus lentos ojos no vieron más el sur y tu tumba está lejos", y Aquilino Duque aseguró tras la muerte de Cernuda que "hoy el suelo de México es más rico, más pobre el cielo de Sevilla".
El gaditano Fernando Quiñones relató que "quien lo cifraba todo en el encanto de la pureza oyó a la muerte un día", y Fernando Ortiz proclamó que "privación, infortunio, países nunca hollados, no bastaron jamás a detenerle en la búsqueda insomne de la palabra viva, melódica, amorosa, de apasionada gravedad y afilada amargura, a este andaluz altivo y solitario".
Vicente Gaos lo definió como "un andaluz entre las nieves" y "un español fuera de España"; Pablo García Baena se lamentó de que "tus lentos ojos no vieron más el sur y tu tumba está lejos", y Aquilino Duque aseguró tras la muerte de Cernuda que "hoy el suelo de México es más rico, más pobre el cielo de Sevilla".
El gaditano Fernando Quiñones relató que "quien lo cifraba todo en el encanto de la pureza oyó a la muerte un día", y Fernando Ortiz proclamó que "privación, infortunio, países nunca hollados, no bastaron jamás a detenerle en la búsqueda insomne de la palabra viva, melódica, amorosa, de apasionada gravedad y afilada amargura, a este andaluz altivo y solitario".
Y como gran homenaje lo
acompañan Luis García Montero, Joan Maragarit y Juan Carlos Abril muy grandes
poetas.En su Panteón en la ciudad de México.
No me queréis, lo sé, y que os molesta cuanto escribo.
ResponderEliminar¿Os molesta? Os ofende. ¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?
Porque no es la persona y su leyenda
Lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve.
Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado
Leyenda alguna, caisteis sobre un libro
Primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer libro.
Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea.
¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos
Inventados de mí por cuatro amigos
(¿Amigos?), que jamás quisisteis
Ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban
A la persona misma así traspuesta.
Mas vuestra mala fe los ha aceptado.
Hecha está la leyenda, y vosotros, de mí desconocidos,
Respecto al ser que encubre mintiendo doblemente,
Sin otro escrúpulo, a vuestra vez la propaláis.
Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria,
Vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme.
Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre
Aquí. Y entonces la ignorancia,
La indiferencia y el olvido, vuestras armas
De siempre, sobre mí caerán, como la piedra,
Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis
A otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra
Precipitó en la nada, como al gran Aldana.
De ahí mi paradoja, por lo demás involuntaria,
Pues la imponéis vosotros: en nuestra lengua escribo,
Criado estuve en ella y, por eso, es la mía,
A mi pesar quizá, bien fatalmente.
Pero con mis expresas excepciones,
A vuestros escritores de hoy ya no los leo.
De ahí la paradoja: soy, sin tierra y sin gente,
Escritor bien extraño; sujeto quedo aún más que otros
Al viento del olvido que, cuando sopla, mata.
Si vuestra lengua es la materia
Que empleé en mi escribir y, si por eso,
Habréis de ser vosotros los testigos
De mi existencia y su trabajo,
En hora mala fuera vuestra lengua
La mía, la que hablo, la que escribo.
Así podréis, con tiempo, como venís haciendo,
A mi persona y mi trabajo echar afuera
De la memoria, en vuestro corazón y vuestra mente.
Grande es mi vanidad, diréis,
Creyendo a mi trabajo digno de la atención ajena
y acusándoos de no querer la vuestra darle.
Ahí tendréis razón. Mas el trabajo humano
Con amor hecho, merece la atención de los otros,
Y poetas de ahí tácitos lo dicen
Enviando sus versos a través del tiempo y la distancia
Hasta mí, atención demandando.
¿Quise de mí dejar memoria? Perdón por ello pido.
Mas no todos igual trato me dais,
Que amigos tengo aún entre vosotros,
Doblemente queridos por esa desusada
Simpatía y atención entre la indiferencia,
Y gracias quiero darles ahora, cuando amargo
Me vuelvo y os acuso. Grande el número
No es, mas basta para sentirse acompañado
A la distancia en el camino. A ellos
Vaya así mi afecto agradecido.
Acaso encuentre aquí reproche nuevo:
Que ya no hablo con aquella ternura
Confiada, apacible, de otros días.
Es verdad, y os lo debo, tanto como
A la edad, al tiempo, a la experiencia.
A vosotros y a ellos debo el cambio. Si queréis
Que ame todavía, devolvedme
Al tiempo del amor. ¿Os es posible?
Imposible como aplacar ese fantasma que de mí evocasteis.
Luis Cernuda
Desolación de la quimera
(1956-1962)